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A principios del S. XVI los Reyes Católicos plantean una disyuntiva a los seguidores del Islam: deben convertirse al cristianismo o ser expulsados del país. La medida ya se había aplicado a los judíos en 1492 y hay que encuadrarla dentro de un proceso de búsqueda de la unidad religiosa en sus reinos, que hoy en día resulta difícil de entender. Si en el caso de los judíos se había producido una importante pérdida de población, calculándose en la mitad los que prefirieron emigrar a renunciar a su fe (algo que no habían previsto los reyes), los musulmanes no hicieron lo mismo. Puestos en la misma situación en 1502, la inmensa mayoría de los musulmanes murcianos, decide bautizarse y cambiar) de religión. Las aljamas del reino de Murcia se adelantaron a la Orden Real enviando a dos representantes, uno de Pliego y otro de Molina solicitando una conversión masiva y asegurando a los reyes su sumisión, en 1501. Es evidente que en estas condiciones el cambio obedece más a motivos políticos que a creencias personales. Las razones están en la necesidad de vivir en paz, pero también en el deseo de acceder a un estatuto jurídico superior, el del cristiano, que implicaba (o al menos así lo creían) una clara mejoría en las obligaciones fiscales (reales y señoriales).Con la conversión los mudéjares pasaron a ser considerados moriscos, con lo que esperaban mejorar sus condiciones en la relación señorial con la Orden a la que pertenecen, lo que en el caso de Archena se concreta en la reivindicación de pagar los mismos impuestos y cargas que los cristianos viejos de Calasparra. Ello dio lugar a un extenso pleito, que se inició en 1512, por el cual Pedro López Fajardo en nombre del concejo de Archena, insta al comendador a cumplir las condiciones prescritas en la carta otorgada por los Reyes Católicos e igualar el estatuto jurídico de los habitantes de Archena con los de Calasparra.

Noria La Algaida ArchenaLa prueba de que tras ser decretada la conversión obligatoria muy pocos moriscos optaron por la expulsión, es el crecimiento de la población en la Villa de Archena que pasa de los 85 habitantes de principios de siglo, a los 416 del final. El aumento demográfico implica un desarrollo paralelo de la superficie cultivada, facilitada por la laboriosidad y el dominio de las técnicas agrícolas, especialmente las de regadío, que permitieron crear una fértil huerta. El crecimiento demográfico y económico impulsó la racionalización de los regadíos y los litigios sobre el agua, que generalmente se resuelvían con el arbitraje de los ayuntamientos. Los conflictos tienden a complicarse en los casos en que las acequias atraviesan varios términos municipales: Archena, Ceutí, Alguazas y Cotillas, estarán perpetuamente en pleitos a lo largo del siglo XVI. Las tareas agrícolas ocupaban casi a la totalidad de la población, siendo las producciones más importantes el arroz, panizo, aceite, seda y cebada. La ganadería por el contrario, siempre tuvo en Archena poca implantación. En cuanto al comercio, sólo había una pequeña taberna donde se vendía vino y vinagre, un estanco de aguardiente, una carnicería y una tienda de especiería. Existían también dos molinos, uno para moler el arroz y el otro harinero, ambos propiedad de la Orden.

Tras la conversión el pueblo deja de regirse por la aljama o grupo de viejos que representaban a la comunidad. Ahora se puede constituir el típico Concejo castellano, formado por dos alcaldes ordinarios y dos regidores que eran elegidos anualmente por los propios cargos salientes.. El Concejo o regimiento castellano era muy poderoso por la gran cantidad de competencias que tenía, ya que regulaba casi todos los aspectos de la vida cotidiana, estableciendo los precios de los artículos de primera necesidad, dictando bandos de buen gobierno, etc. También concierne al Concejo el reparto del impuesto real y la gestión del patrimonio municipal. Las elecciones de los miembros del Concejo se celebraban en San Juan de Junio, hasta mediados del siglo XVIII, en que se hacen coincidir con el año natural. Los electores eran los mismos cargos salientes. Los nuevos alcaldes y regidores designaban a los llamados oficios concejiles, mayordomo de propios, alguacil, alcaldes de la Santa Hermandad, preceptor de bulas de cruzada y alguacil.

cruzdemaltaAdemás de estos cargos, existía un alcalde mayor, representante de la Orden de San Juan y directamente elegido por ella. También el escribano del número debía ser nombrado por La Orden, que igualmente tenía que confirmar las ordenanzas municipales y los cargos electos, lo que motivó un pleito en 1540 ante la Chancillería de Granada al no querer la Orden de San Juan, confirmar a los alcaldes elegidos, consiguiendo tras un largo proceso, en 1600 una sentencia favorable a la Villa. según la cual la Orden se debía limitar a ratificar a las personas elegidas. El señorío jurisdiccional que mantenía la Orden le permitía actuar, por medio del Alcalde Mayor en las causas civiles y criminales, tanto en primera instancia como en apelación. Además de al alcalde mayor, nombraba directamente al escribano y controlaba los tributos, recibiendo una parte fundamental del diezmo y otros impuestos. El párroco de Archena debía también ser miembro de la Orden de San Juan, lo que le concedía a la Parroquia autonomía respecto al obispado de Cartagena. Por su señorío territorial, la Orden era propietaria directa de ricos terrenos de regadío, situados muchos de ellos en las ricas tierras de La Algaida, de inmuebles como la Casa Grande (que vendió en el siglo XV), de monopolios como el molino o la venta, y de los Baños Termales. Compartía con los propios de la Villa el aprovechamiento de los montes y cerros municipales. Los derechos estrictos de señorío y vasallaje obligaban a los vecinos hacendados a pagar una gallina y seis maravedíes o sólo una gallina o su producto, si se carecía de hacienda.

El siglo XVII implicó una regresión demográfica en Archena, de tal magnitud que hizo que la población disminuyera hasta situarse casi en los niveles del siglo XV. Una causa fundamental del retroceso fue la expulsión definitiva de los moriscos, acusados de conservar subrepticiamente sus antiguas creencias religiosas y de apoyar a los bereberes, en conflicto continuo con la cristiandad en estas fechas. El detonante más inmediato de la gran hostilidad de la opinión pública hacia los moriscos fue su sublevación en la comarca andaluza de Las Alpujarras en 1570. En principio, el Decreto de expulsión (firmado en 1609) excluyó a los moriscos murcianos, cuya integración era muy superior a la los de otros lugares y por los que abogaron las autoridades locales, advirtiendo que se comportaban “como cristianos viejos. A principios del siglo XVII los moriscos murcianos rondaban las 12.500 almas, representando un 15% de la población global del reino. En Archena la población estaba formada por 290 moriscos y 12 cristianos viejos. En 1610 los moriscos granadinos llegados a la región tras la guerra de las Alpujarras, fueron deportados, pero no los antiguos mudéjares murcianos que habían ayudado a sofocar ese levantamiento, y que multiplicaban las rogativas y procesiones como muestra de su sincero cristianismo. Pero la política se diseñaba en la lejana Corte y los intereses de los gobernantes se mostraron indiferentes a la situación murciana. El 8 de octubre de 1611 se publicó en Murcia el Bando de expulsión, aunque su ejecución definitiva no se produjo hasta el 19 de octubre de 1613, fecha en la que empezaron a embarcar en Cartagena. En Archena parece que algunas de las 86 familias moriscas censadas pudieron evitar la expulsión, lo que unido a la constatación de que bastantes familias oriundas del Valle de Ricote, consiguieron volver después de embarcadas, permitió que finalmente la expulsión “sólo” afectase a unas cuarenta familias (entre un 40% y un 50% de la población según Rodríguez Llopis).

La otra causa de la profunda crisis demográfica del siglo es la serie de calamidades que asolaron la región murciana: riadas, sequías, pestes, terremotos, plagas de langosta, y, especialmente las epidemias de peste de 1648 y 1672- 80. Con todo ello el descenso de la población se prolongó a lo largo de toda la centuria. Así se pasó de unos 50 vecinos en 1643 a 30 en 1665, y siguió descendiendo hasta final de siglo, de forma que en la visita hecha por el Comendador de la Orden de San Juan en 1680 se dice que la Villa contaba con unos 20 vecinos. En el repartimiento para la contribución de 1703 incluye 34 vecinos lo que implica cierta recuperación. La caída de los productos tradicionales de la exportación murciana, entre ellos la seda, que en muchas zonas constituía casi un monocultivo, unieron una crisis de subsistencias a la demográfica, agudizando los efectos de la misma.

acequia archenaPese a estos problemas, continuaron la roturación de terrenos y la realización de importantes obras hidráulicas, como el cambio de lugar y de curso de la acequia principal de Archena, que se inició en 1628 y constituye una obra civil de gran importancia. El agua de la acequia discurría por el Cabezo del Ciervo, cerca de los Baños, hasta lo que hoy conocemos como La Cerca a través de canales de madera. Este sistema suponía una gran perdida de agua y transportaba poco caudal para el terreno que hacía falta regar; por ello se decidió construir la mina, túnel profundo que transcurre desde el pozo de La Morra hasta la Cerca (entre el monte del Castillo y el Ope) para encontrarse de nuevo con la acequia.

La expulsión de los moriscos propició una ocasión de oro para que la oligarquía murciana se enriqueciera fácilmente, propiciando una mayor concentración de la propiedad. Un sesenta por ciento de la tierra en Archena estaba en manos de propietarios forasteros, destacando especialmente la familia Hurtado. Los propietarios archeneros más importantes eran los Murcia, Melgarejo, López, Basco, Campos y Llamas. Estos últimos grandes hacendados pasaron a ser desde principios del siglo XVII, propietarios de la Casa Grande, al decidirse la Orden a venderla tras haberse derrumbado parte del edificio por un terremoto.

El ayuntamiento de Archena tan solo dispuso de edificio propio a finales del siglo XVIII; hasta entonces las sesiones del Concejo tenían lugar al salir de misa y se celebraban en alguna casa particular, normalmente la del escribano, o en la propia Iglesia. Tenemos constancia de la existencia de la misma al menos desde 1547; entonces consistía tan solo en una pequeña nave rectangular con los techos muy bajos, sustentados por colañas; sólo disponía de ocho bancos.

El arca de los documentos, el primer Archivo de la villa, se conservaba en la escribanía numeraria, un cuarto de la Casa de la Encomienda, que según nos indican las Visitas realizadas por la Orden, estaba en la Plaza de la Iglesia. Allí acudían los vecinos a pagar los diezmos, normalmente en especie. Las Salas Capitulares, un pequeño edificio en unos descubiertos junto a la Casa Grande, se inauguraron a finales del siglo XVIII.

Como corresponde a la Villa agrícola que siempre ha sido, la inmensa mayoría de la población en Archena se dedicaba a las faenas del campo ya fuera como labradores o jornaleros, triplicando el numero de los primeros el de los segundos. Existían peones de albañil (los maestros eran siempre forasteros), sastre, sacristán, tendero, encargados de los puestos públicos y expertos en las “casas de los baños” lo que demuestra su utilización en esta época, y aunque sólo contaban con dos hondos cuerpos de casa, parece que cada vez eran mas visitados. Otros oficios como los de herrero y carpintero habían sido desempeñados por moriscos y tras la expulsión habían de ser contratados en otros pueblos. Complemento de la economía familiar era la caza de animales dañinos, por cada uno de los cuales pagaba el municipio.

ayto viejoComo quedó apuntado los Ayuntamientos eran los encargados de recaudar los impuestos reales (alcabalas, servicios, millones) y administrar sus bienes de propios, es decir, los que les pertenecían en régimen de propiedad privada. Estos bienes se arrendaban en subastas anuales, destinando sus beneficios a sufragar las obras públicas o a aliviar la carga impositiva local. En Archena, la documentación conservada sobre los propios es muy abundante. Existía un mayordomo encargado específicamente de gestionarlos adecuadamente y rendir cuentas anuales de ellos. Los propios en Archena eran: el barco (el bien más importante y cuidado), el horno, el saladar, las yerbas (que se arrendaban a los ganaderos como pastos), la almotacemia (que era un impuesto al consumo, que implicaba el control sanitario de los alimentos), el estanco, y la renta que proporcionaban los heredamientos de las acequias de Alguazas y Molina. Con estas rentas no siempre se podían cubrir las necesidades de la hacienda local y entonces había que acudir al reparto de las cargas entre los vecinos (repartimientos) para atender necesidades concretas; un caso muy frecuente era el de financiar las reparaciones en el barco que cruzaba el río y su muelle, imprescindibles para las comunicaciones de la Villa.

En la época que nos ocupa, la religión regía toda la vida, hasta en los aspectos más cotidianos y aparentemente profanos. Las imágenes y la palabra eran los instrumentos básicos de la transmisión de los preceptos religiosos en una sociedad fundamentalmente analfabeta. Al Concejo le correspondía invitar a un cura o religioso regular (franciscano principalmente) todos los años como “predicador de Cuaresma”. Estos predicadores eran grandes oradores que mantenían expectantes y entusiasmados a los fieles con sus discursos, en los que no faltaban numerosos recursos casi teatrales.

En este siglo aumenta la devoción mariana con la advocación de las Vírgenes del Rosario y de la Encarnación. La fiesta del Patrono, San Juan Bautista, era también un acontecimiento religioso y social. Las cofradías mas antiguas de Archena fueron las de las Animas, Encarnación , Santísimo Rosario y la de Jesús Sacramentado, estando todas ellas constituidas ya en 1620 [4]. La conmemoración de la pasión en Semana Santa era impresionante, portando el Jueves Santo los penitentes pesadas cruces al tiempo que se flagelaban para recorrer las estaciones del Vía Crucis. Muchos hacían el recorrido de rodillas. El ayuntamiento primero limpiaba y luego rociaba con vino las calles del recorrido utilizando igualmente vino en el lavatorio, para limpiar las heridas de los penitentes. Las procesiones de disciplinantes fueron prohibidas por Carlos III, naciendo los nazarenos de los desfiles pasionales barrocos, que han llegado hasta en nuestros días. En la fiesta de la Candelaria, también muy arraigada, se oficiaba una misa cantada y tenía lugar una procesión de candelas costeada por el Concejo.

  • [4] Manuel E. MEDINA TORNERO “Pregón de Semana Santa”. Archena, 2007. pág. 19

El siglo XVIII se inicia con una guerra dinástica entre las casas de Habsburgo y Borbón por acceder al trono español; durante la misma se instaló en Archena una compañía de soldados. Tras la crisis demográfica del XVII se inicia un largo período, continuado hasta nuestros días, en el cual la población no ha dejado de crecer. Los habitantes del reino en su conjunto se triplicó, pasando de los 120.000 habitantes de principios de siglo a los 330.000 del final. El aumento de población que tiene lugar en el Valle de Ricote es el mas alto del reino de Murcia, que a su vez presenta un crecimiento superior a la media del país. No hay que olvidar, al analizar los altísimos incrementos demográficos de los antiguos pueblos moriscos, que procedían de puntos de partida extremadamente bajos tras la expulsión. En concreto en Archena la población estimada a principios de siglo era de unos 150, alcanzando los 1.128 habitantes a finales de la centuria. El progreso de la población fue más rápido en los nuevos regadíos y en los campos en vías de roturación, mientras los centros urbanos tradicionales conocen una relativa atonía; podemos hablar de un fenómeno de "ruralización".

El incremento demográfico permitió la expansión de la superficie cultivable y la conversión de secanos en regadíos. El progreso de las roturaciones provocó conflictos con los ganaderos. En Archena, en 1755, don Francisco de Llamas, vecino de Ricote, expulsó a los grandes trashumantes de Castillo de Garci Muñóz, utilizando el poder de hecho que detentaba sobre la parte central de la Vega Alta. En los siglos XVII y XVIII se observaba una creciente "privatización" del agua, los gastos de explotación y mantenimiento de las redes hidráulicas son pagados no por la comunidad vecinal entera sino por los regantes agrupados en poderosos heredamientos, presididos por destacados miembros de la oligarquía local. Don Juan de Llamas y su familia trasladan su residencia a mitad del siglo de Ricote a Archena, instalándose en la “Casa Grande”, que pasará a convertirse por primera vez en casa-habitación, y siendo el propia don Juan presidente del heredamiento.

Hacia finales del siglo la fórmula basada en el aumento de los habitantes y de las tierras cultivadas estaba ya agotada y la extensión de los regadíos necesitó de importantes obras públicas. En este marco se construyeron los pantanos de Pontes y Valdeinfierno y se proyectó un gran canal de riego que afectaba a diez pueblos, desde Cieza hasta Abanilla. La obra hubiera supuesto un gran aumento de los regadíos, pero no se llevó finalmente a cabo. Los cultivos mas extendidos siguieron siendo los cereales, entre ellos especialmente el trigo y el maíz que se expandió rápidamente. La caída de las exportaciones de productos tradicionales de la región como la seda, la lana, el alumbre, la barrilla y en menor medida, el esparto, no permitían, como ocurría en el siglo XVI, compensar con el producto de sus ventas las necesarias adquisiciones de trigo en el exterior,. Esta fue una de las causas de la crisis del siglo XVII. En el XVIII se trató de diversificar más la producción en un intento por conseguir la autosuficiencia cerealística. No obstante la morera continuó siendo una producción básica y ocupando las mejores tierras de regadío, en el caso de Archena, en el margen del río. Se introducen los frutales que rápidamente adquieren gran importancia.

Las elecciones anuales para cubrir los puestos del Concejo continuaron siendo una fuente de polémica con la Orden de San Juan. Aumentaron los oficios concejiles con nuevos puestos como el alcalde de huerta (para controlar las tandas de riego), o los de procurador síndico y síndico personero, dos figuras implantadas por Carlos III en 1766, que eran elegidas por los vecinos mediante sufragio indirecto y que tenían la ambiciosa función de controlar las actuaciones del Concejo, en beneficio del común.

El crecimiento demográfico y la expansión económica del siglo XVIII permitieron afrontar dos proyectos largamente acariciados: la reconstrucción de la Iglesia Parroquial, que realmente vino a ser una construcción de nueva planta (1770-89), obra en la que la mayor parte de los vecinos contribuyeron de forma gratuita a su edificación, y la construcción de un Ayuntamiento en un solar anejo a la Casa Grande.

mod7aLos Baños de Archena adquirieron en este siglo una gran importancia. Fueron varias las publicaciones científicas que se hicieron eco de las propiedades curativas de sus aguas. La Orden de San Juan comenzó a comprender que eran precisamente los Baños su posesión mas importante en Archena, y desde mediados de siglo se decidió a realizar obras de adecentamiento, reforma y ampliación. Aunque la afluencia de visitantes a los Baños y las construcciones realizadas en los mismos contribuyeron a proporcionaron un fuerte impulso económico al pueblo, también se recogen en las Actas Capitulares algunas quejas por los inconvenientes que comportaba, señalándose “que a esta Villa viene mucha tropa a tomar los Baños y surgen muchos problemas”. Como alojamientos se contaba con un Hospital consistente en dos habitaciones, una para hombres y otra para mujeres, destinados a los pobres, y unos aposentos que alquilaba el arrendatario de los Baños.

También recogen las Actas (conservadas en el Archivo Municipal desde 1755 hasta la actualidad casi sin interrupción) la preocupación existente por las bandas de facinerosos y bandidos, estableciéndose rondas de vecinos honrados para que los persigan y prendan. En esta época se incrementan los representantes del sector servicios en Archena; desde mediados de siglo ya hay un médico y un cirujano en la población, que a veces ejercía también de los Baños, y desde finales de siglo un maestro de primeras letras que impartía las clases en su propia casa. También se contaba con un boticario y un notario.

Las fiestas, muy frecuentes, continuaban absolutamente marcadas por el santoral. En Archena se celebraban las de los santos Cosme y San Damián, San Roque y durante algún tiempo, la Virgen del Rosario. Todas ellas incluían procesión por las calles del pueblo. La única fiesta cívica era la de San Marcos, pero también esta incluía procesión y sermón. La romería al Ope para celebrar la Pascua Florida de Resurrección y colocar una cruz de madera envuelta en un lienzo y una bandera era festejo de una arraigada tradición. Para la fiesta del Corpus Christi se engalanaban calles y balcones al paso de la Custodia.
El día del patrón San Roque se iniciaba con la celebración de una misa cantada con sermón normalmente de un predicador venido especialmente para ella, y posterior procesión del Santo por las calles del pueblo. La fiesta civil comenzaba con una gran comida. En ocasiones los propios vecinos interpretaban comedias. Durante todo el día un dulzainero y/o tamborilero amenizaba con su música las calles de la Villa, celebrándose por la tarde el baile en la plaza mayor. Normalmente y siempre que lo permitían los fondos municipales, la fiesta acababa con una rueda de pólvora.

El políticamente agitado S. XIX se inició con la presencia de las tropas napoleónicas en España y la casi inmediata Guerra de la Independencia (1808-1814). En el reino de Murcia no se libraron grandes batallas, pero sí fue lugar de paso de las tropas, tanto españolas como francesas, teniendo que aprovisionar a los dos bandos. En Archena, la primera consecuencia de la guerra fue la creación de una Junta Local que se hizo con el gobierno municipal ante el vacío de poder, una figura que reaparecerá a lo largo de todos los procesos revolucionarios del siglo. También se estableció una “Milicia Honrada” integrada por ochenta personas. Numerosos heridos comenzaron a llegar al Balneario, convirtiendo a toda Archena en un hospital de retaguardia. Son muy frecuentes las quejas del alcalde transmitiendo a autoridades superiores las dificultades que implican para el pueblo alimentar y socorrer a la gran cantidad de soldados y oficiales (en torno a los 400) acogidos en los Baños. El general inglés Lord Carlos Doyle consiguió mejorar las condiciones de vida de los soldados y se convirtió en el gran benefactor del Balneario al convencer al propio Rey de sus bondades y realizar diferentes obras. Durante las mismas aparecieron numerosos restos romanos, y se ampliaron y arreglaron los caminos de acceso a los Baños. Obreros del penal militar de Cartagena fueron los encargados de los trabajos.

mod7bEn el aspecto demográfico el crecimiento se ralentiza enormemente en las primeras décadas del siglo, produciéndose un despegue hacia los años treinta que ya se mantendrá, aún a pesar de distintas crisis intermedias. Al finalizar el siglo XIX la población de Archena rondaba los 4.600 habitantes. Este crecimiento no nos puede hacer olvidar la existencia de distintas epidemias especialmente cólera y tifus que, debido a la mala alimentación y a las deficientes condiciones sanitarias, producían estragos en la población.

El débil crecimiento de principios de siglo no sólo se justifica por la Guerra sino por los períodos de sequía, frecuentes nubes de piedra y plagas de langosta que asolaron Archena. Especialmente ilustrativa a este respecto es un Acta Capitular de febrero de 1850:“...se hace patente a la Municipalidad la imposibilidad de cobrar en el presente año las contribuciones impuestas en virtud de hallarse los labradores en la mayor miseria con motivo de hacer cinco años que no ha llovido y no se han recogido granos ni aceite en el campo...” además “el granizo hizo bastante daño en los esquilmos que habían pendiente de panizo, aceituna, melocotones, granadas, peras y demás fruta...”

En la zona de regadío, mas reducida que la actual, se cultivaban los mismos productos que en el secano, las diferencias estaban en los rendimientos. El cultivo de la morera, aún sin desaparecer totalmente, pierde mucha importancia en este siglo. En los años 1836-37 son varias las prohibiciones del Ayuntamiento de Archena para que se deje de cultivar arroz en La Algaida, ya que las aguas poco renovadas o estancadas de los arrozales son un caldo de cultivo para el paludismo. Progresivamente el arroz se irá desplazando hasta la zona alta del Segura, la de Calasparra, donde hay mas cantidad de agua y los arrozales están mas alejados de la población. El esparto era un producto de primera necesidad para la producción artesanal y en Archena resultaba relativamente difícil de conseguir. La población más pobre se ocupaba de recogerlo y picarlo a brazo, lo que les permitía subsistir haciendo lías y esteras que luego vendían en Murcia.

 

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